Vasos vacíos, cenicero lleno, ventana abierta, cama deshecha.
Paredes blancas, noche gris, pasillo de ida y vuelta empapado de augurios incoloros.
Gotas de sudor, mirada perdida, suelo movedizo, sombras y más sombras agazapadas en las esquinas.
Dolor punzante casi olvidado, piel ya cuarteada por los miedos y las dudas, saltos en el tiempo para huir de caídas y recaídas.
Papeles gastados, tinta hueca, jirones de vida depositados entre líneas.
Antes o después, sé que un nuevo amanecer teñido de insomnio golpeará mi frente...
...La historia de siempre.
Tiempos que creemos perdidos, desperdiciados y que, tal vez por su intimidad con uno mismo, sean los más provechosos.
ResponderEliminarA veces la soledad de la noche es la mejor compañera, amigo Cormorán... Gracias por comentar.
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