23 de febrero de 2012
Sendas
Llevo ya más de cien noches deambulando, con la única compañía de la luna y su reflejo, por lo que he acabado por acompasar mis zancadas a sus fases.
Hace ya demasiados días que las piedras y el polvo son mi única escolta, por lo que, para amenizar el recorrido, he aprendido a establecer interminables conversaciones con tan (aparentemente) inanimados compañeros de viaje.
Así, a ritmo constante, y sin apenas equipaje, he recorrido casi todos los cruces de caminos que había dibujados en el mapa.
Y, como quien no quiere la cosa, he recuperado el aliento cuando ya parecía irrecuperable.
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Las piedras y el polvo por escolta. Como interlocutores pasivos de la vida, de los pasos, de los guiños de cada cruce en un camino.
ResponderEliminarComo siempre...un pellizco de esencia de ambrosía.
Un abrazo.
Muchas gracias por tan hermoso comentario, Albada. Abrazos de vuelta.
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