Acurrucado, frente al mar revuelto, pudo al fin reunir un manojo de
fuerzas deshilachadas y recapitular.
A cada envite de las olas,
deshacía un nuevo nudo, a cada golpe de viento, desleía una vieja
duda.
Aún así, cuando el sol asomó entre la espuma, todavía no había
descubierto el porqué de su última decisión, aquella que le había dejado
varado en la orilla.
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