Mientras me preguntas inquisitorialmente, clavando tu mirada en mis ojos
apagados, busco escapatorias invisibles por los confines del cuarto.
Navego por
rincones, esquinas y grietas, recorro con la vista las paredes y el techo... hasta que el simple gancho de una percha (asomando tímidamente entre la ropa que hay junto a la maleta a medio hacer), me da, con su gesto interrogante y vacuo, la clave que buscaba para responderte.
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