Me asomo, casi sin querer, a la estrecha rendija que separa la noche del día.
Recorro, con los ojos apenas abiertos, los recovecos de tu anatomía dormida y sucumbo al deseo de rozar el firmamento de tu piel con la punta de los dedos.
Y me anclo a tu aliento como quien se amarra a una tabla maltrecha en mitad de un oceano eterno.
Cuando el despertador me obliga a cruzar la frontera del sueño, aún percibo tu calor fundiendo los confines de mi cuerpo mientras abrazo tus formas en el vacío.
Ese momento de duermevela, tan a caballo entre un atlas de mapas y un atlas de anatomía, entre el paisaje onírico y el real, lo dibujas con un pincel de marta.
ResponderEliminarUn pintor de sensaciones con enorme pericia.
Me ha encantado tu prosa, para no variar.
Un abrazo
Y a mi me ha encantado que te encante, pues no las tenía todas conmigo, en este caso.
ResponderEliminarNo estaba seguro de haber logrado transmitir esa incertidumbre que acompaña a ese momento exacto en que uno no distingue bien los límites de lo onírico y lo real.
Muchas gracias por seguir leyendo.
Abrazos de vielta.