Las aceras ya no son grises. Ni el cielo. Ni el humo. Ni la niebla.
El trasiego de sombras se ha convertido en una danza nada macabra. Y, siguiendo su ritmo, baila el tiempo abrazado al espacio, sin pudor, en mitad de la calle... a la vista de todo el mundo.
Me niego a acostumbrarme a ellas: nieblas y sombras, me resisto... ¿tardará mucho en regresar la primavera?. Me voy poniendo al día de mis ausencias, amigo Cronopio. Abrazos
ResponderEliminarLa primavera está a la vuelta de la esquina... de cualquier esquina, concretamente.
ResponderEliminarAbrazos de vuelta, Isabel.