Desde el escenario, no era capaz de adivinar los gestos de desaprobación que su actuación estaba causando en el escaso público que asistía a su despedida de las tablas, por lo que recitó su papel como ultimamente hacía, con prisa, sin deleitarse demasiado en las frases ni en las pausas.
Un tibio aplauso casi apagado dio paso al monólogo de despedida que había preparado sin demasiado esmero.
Saludó al patio de butacas ya vacío y se dispuso a comenzar la verdadera última interpretación de su vida.
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