Los sonidos y los colores se van diluyendo.
Apenas se pueden oler y saborear unos pequeños restos, maquillados de escarcha, del fragor que inundó hace escasas horas las aceras y los portales.
Regresa a empellones a su rutina ciega, arrobado por el ritmo pausado e imperfecto de esta nueva mañana de invierno.
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