Reconocieron sus voces al instante, en mitad de la manifestación, a pesar del tiempo transcurrido y del ensordecedor ruido que les envolvía.
Se disfrutaron de nuevo: frente a un café templado, deambulando por las callejas y los parques, entre las sábanas revueltas en el cuarto de aquel viejo hotel... al abrigo tibio de las tempestades y los tumultos.
Recuperaron una infinitesimal parte del tiempo perdido, pero a pesar de saber que seguían estando en deuda con el destino, cuando se despidieron, habían degustado ya el dulce sabor que deja en la boca la derrota del olvido.
Degustar el dulce sabor que deja en la boca la derrota del olvido...
ResponderEliminarQue bonito y que difícil a veces.
Me alegra que te parezca bonito, Pilar. Y también me alegra que me visites en esta mi casa internaútica. Un afectuoso saludo. Nos seguimos leyendo.
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